Un
día normal y corriente como otro cualquiera sucedió algo inusual en
mi pueblo, apareció un cadáver en la fuente de la plaza.
Me
asomé a observar entre la muchedumbre el cadáver, pero en ese momento
un hombre con pinta siniestra me advirtió que mirar a un muerto me
traería perjuicios malos, pero mis ganas eran tremendas y lo hice.
Al día siguiente apareció por mi barrio aquel hombre siniestro y me
advirtió que tuviera cuidado en los próximos días, con una sonrisa
de oreja a oreja un poco aterradora.
Ya una semana después, una
noche empecé a escuchar voces en el sótano de mi casa, recordé al
viejo hombre y me puse un poco nervioso, bajé para ver qué pasaba
allí dentro. Miré por el agujero de la puerta y vi el cadáver al
lado del siniestro hombre.
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