En
una fría noche de invierno, Pilar y Manuel dejaron solos a sus dos
hijos, Daniel y Paula.
Cuando
los padres se fueron, Daniel se puso a ver la televisión mientras
Paula se duchaba. Daniel escuchó un grito que venía del piso de
arriba, luego oyó pasos que se acercaban hacia él. Cada vez los
pasos se oían más cerca y Daniel estaba muy asustado, no por lo que
le pudiese pasar, sino por lo que le hubiese pasado a su hermana.
Mientras
tanto, Pilar tuvo una intuición y se lo dijo a Manuel. Él dijo que
serían imaginaciones suyas y que no ocurría nada. Pero Pilar
insistió así que volvieron.
Al
llegar vieron una terrible imagen: sus dos hijos estaban desangrados
en el suelo.
Y
se veían unas pisadas de sangre que salían por la ventana.
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