Anoche, 31 de octubre, Halloween,
decidí ir con Lottie al bosque que está al lado de la antigua mina.
Nunca habíamos cruzado al otro lado
del río, de hecho, poca gente ha cruzado a ese lado, y según cuenta
la vieja Señora Prinsel, los que han cruzado no han regresado nunca.
Pero nosotras no decidimos darle importancia, sinceramente creo que
son simples cuentos de viejas.
A las 8 pusimos rumbo al bosque.
Cuando llegamos al río nos quedamos en
la orilla, pensando si cruzar o no cruzar.
Al final decidimos no cruzar, era
demasiado arriesgado y pensamos que no había gran cosa detrás.
Cuando ya nos íbamos una extraña
sombra negra apareció en el camino y nos envolvió.
Intentamos correr pero no podíamos,
intentarlo era en vano.
La sombra nos arrastró hasta el otro
lado del río; pataleamos y forcejeamos, pero nada.
La sombra nos soltó y se convirtió en
una especie de lobo gigante. Gritamos del susto y con una ancha rama
que estaba en el suelo, le dimos en la cabeza, para así dejarlo
inconsciente y tirarlo al río.
Cruzamos el río saltando por las
piedras y ramas y llegamos a la otra orilla. Nada más pisar el suelo
salimos corriendo despavoridamente hacia el pueblo.
Lottie se fue a su cabaña y yo a la
mía.
Esta mañana, al despertar, encontré
una carta en el suelo que decía:
“ Habéis tenido suerte, si os
volvéis a acercar por allí, no lo podríáis contar, ¿qué os
pareció mi pequeño lobo de compañía inmortal?
No os preocupéis, ahora mismo está durmiendo a mis pies.
Att.
Sr o Sra X.”
(Lucía Adanza, 2º B)
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