jueves, 12 de enero de 2017

Cuéntalo otra vez en 2º PMAR (Marina Rodríguez)



                            Bambi



Érase una vez un bosque donde vivían muchos animales y donde todos eran muy amigos. Una mañana un pequeño conejo llamado Tambor fue a despertar al búho para ir a verme, ese día nací. Se reunieron todos los animales del bosque y fueron a conocerme, yo era un pequeño cervatillo llamado Bambi. Todos se hicieron muy amigos míos y me fueron enseñando todo lo que había en el bosque: las flores, los ríos y los nombres de los distintos animales, pues para mí todo era desconocido.

Todos los días nos juntábamos en un claro del bosque para jugar. Una mañana, mi madre me llevó a ver a mi padre que era el jefe de la manada de todos los ciervos y el encargado de vigilar y de cuidar de ellos. Cuando estábamos  los dos dando un paseo, oímos ladridos de un perro.

 Resultado de imagen de Bambi

-¡Corre, corre Bambi! -dijo mi padre- ponte a salvo.

-¿Por qué, papi? -pregunté yo.

- Son los hombres y cada vez que vienen al bosque intentan cazarnos, cortan árboles, por eso cuando los oigas debes de huir y buscar refugio.

Pasaron los días y mi padre me fue enseñando todo lo que debía de saber pues el día que yo fuera muy mayor, sería el encargado de cuidar a la manada. Más tarde, conocí a una pequeña cervatilla que era muy muy guapa llamada Farina y de la que me enamoré enseguida.

Un día que estábamos jugando y los dos oímos los ladridos de un perro y pensé: “¡Son los hombres!”, e intenté huir, pero cuando me di cuenta el perro estaba tan cerca que no me quedó más remedio que enfrentarme a él para defender a Farina. Cuando ésta estuvo a salvo, trató de correr pero se encontró con un precipicio que tuvo que saltar, y al saltar, los cazadores me dispararon y  quedé herido.

Pronto acudió mi papá y todos sus amigos y me ayudaron a pasar el río, pues sólo una vez que lo cruzáramos  estaríamos a salvo de los hombres, cuando lo logramos me curaron las heridas y me puso bien muy pronto.

Pasado el tiempo, yo había crecido mucho. Ya era un adulto. Fui a ver a mis amigos y les costó trabajo reconocerme pues había cambiado bastante y tenía unos cuernos preciosos. El búho ya estaba viejecito y Tambor se había casado con una conejita y tenían tres conejitos. Yo me casé con Farina y tuvimos un pequeño cervatillo al que fueron a conocer todos los animalitos del bosque, igual que pasó cuando yo nací. Vivimos todos muy felices y ahora era yo el encargado de cuidar de todos ellos, igual que antes lo hizo mi padre, que ya era muy mayor para hacerlo.

                                                                              (Marina Rodríguez, 2ºB)

No hay comentarios:

Publicar un comentario