Y un día normal de martes 13, vino mi abuela a mi casa con
un regalo muy especial.
Yo alegre abrí mi regalo sin pensarlo… Cuando vi aquello, me
puse pálido y me quedé sin palabras. No sabía cómo reaccionar.
Mi regalo eran los restos de
mi abuelo… Pensé: "Que rica cena".
ALBERTO HEREDIA RIVERA
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