La tarde.
Un
día como cualquier otro quedé con mi amiga Lenna. A nosotras nos
encanta bailar, con lo cual cada vez que quedamos lo hacemos,
grabándonos, claro, ya que si nos gusta un paso podemos
cogerlo, pero ese día llamaron a la puerta mi madre abrió.
Era la vecina, traía un regalo, ¡oh! era un lindo payaso de porcelana, lo colocamos justo en una estantería en la sala de estar. Ya era tarde, así que yo y Lenna nos fuimos a dormir.
Era la vecina, traía un regalo, ¡oh! era un lindo payaso de porcelana, lo colocamos justo en una estantería en la sala de estar. Ya era tarde, así que yo y Lenna nos fuimos a dormir.
Al
día siguiente cuando estábamos desayunando nos dimos cuenta de que
el payaso no estaba de la misma manera en la que lo habíamos puesto por la
noche. Al principio pensábamos que era una broma de mal gusto de
algún gracioso de la familia, así que no le echamos mucha cuenta.
Lenna
se quedó en mi casa, así que como es lógico, bailamos, en ese
momento yo grababa a Lenna mientra ella pues eso danzaba, y… por el
rabillo del ojo izquierdo vi que el payaso se movía.
En ese momento corrí como si no hubiese un mañana, Lenna sin comprender qué me ocurría corrió detrás de mí.
Lloré bastante pero ahora sí que lo teníamos grabado.
Cuando mis padres llegaron miramos la cinta pero… no se veía nada.
(Carmen Mongar Ramírez)
En ese momento corrí como si no hubiese un mañana, Lenna sin comprender qué me ocurría corrió detrás de mí.
Lloré bastante pero ahora sí que lo teníamos grabado.
Cuando mis padres llegaron miramos la cinta pero… no se veía nada.
(Carmen Mongar Ramírez)
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