miércoles, 17 de febrero de 2016

De la imagen al Relato (María del Carmen Rodríguez Seijo, 3º C)


Me llamo Antonio y soy un hombre de 70 años recién cumplidos, parece que fue ayer cuando me iba de marcha con mis amigos. Tengo una enfermedad, aunque no sé muy bien cuál es. No tengo hijos ni nunca me he casado, solo tengo una persona en mi vida que me ayuda a seguir para adelante, se llama Clara y es mi enfermera. Cada dos por tres estoy en el hospital, cosa que no entiendo, a veces me enfado y en otras estoy riendo. Tengo cambios de humor y me he sentido sólo, hasta que Clara me acogió en su residencia, donde también hay muchos más ancianos más feos que yo, claro.
Siempre le saco una sonrisa a Clara porque ella es muy buena conmigo, me cuida, me cuenta historias, me hace reír y me trae una cosa muy especial que a ningún anciano le trae, chocolate.
A veces hay días en los que no quiero jugar ni al parchís, ni a las cartas... Pero cuando ella entra en la habitación me levanta el ánimo.



Llegó el día más oscuro de mi vida. Un día que no quiero ni acordarme. Una tarde de lluvia, yo estaba en la habitación solo, no podía salir al patio para respirar siquiera. Ese día le tocaba venir a Clara para ver como iba evolucionando, pero ni siquiera apareció. Me sentí tan triste que fui a la habitación donde todos los ancianos estaban reunidos jugando al bingo y pregunté si había venido Clara, pero me contestaron que no la habían visto. Era muy raro ella nunca se olvidaba de verme, me volví a la habitación para a ver si estaba allí, pero no estaba. Antes de cerrar la puerta de la habitación escuche dos enfermeras hablar y era algo que me interesaba. Detrás de la puerta escuché cómo una enfermera le decía a la otra que Clara se había marchado para siempre.
Yo derrumbado me tumbé en la cama y  me empezó a dar vueltas la cabeza me sentí como si me estuviera volviendo loco. Pulsé la alarma del mando para avisar a los enfermeros pero mi visión se volvió oscura. Cuando desperté me preguntaron mi nombre y no contesté nada, me sentía mareado y olvidé mi edad. Pero solo recordé el nombre de Clara, ese nombre tan bonito y especial. Aunque ella nunca ha vuelto desde aquel día tan horrible de mi vida yo la sigo esperando.
Los médicos ya se olían algo, pero ese día me detectaron Alzheimer. 
Cada vez empeoraba más y la cabeza se me iba a veces pero yo poco a poco me sentía más animado y jugaba más al parchís y al bingo con mis colegas y aún sigo con la esperanza de volverla a ver a Clara.

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