Aquel día en la clase estaba en Babia,
todo el mundo hablaba por los codos pero yo seguía en mi mundo. Mi
amiga no paraba de darme la lata, aunque yo no le hacía ni caso.
Pensaba en que el otro día conocí a mi media naranja, pero él
estaba con una amiga mía, o eso me dijo un pajarito.
En un santiamén
terminó la clase, aunque no había dado pié con bola. Al salir vi
que se estaba armando la marimorena, porque dos chicos no paraban de
pelear. Por la noche mientras estaba entre los brazos de Morfeo algo
ocurrió, lo pude sentir pero no me desperté. Por la mañana jugando
con mi amiga al tenis mordí el polvo, aunque es normal, porque seguía en
las nubes. Mi amiga me dijo: “Bueno pues ya hemos acabado la
partida así que apaga y vámonos”. Entonces, al marcharme vi a mi otra
amiga, la novia del chico que me gustaba, y como siempre, ya había
cambiado de chaqueta, estaba con otro. Llamé al chico para que él
también descubriera en pastel. Él llego y le puso el punto sobre
las íes. Ella me dijo que ya me la daría con queso en otra ocasión que se presentase y él le dijo que
me dejase tranquila y que no la quería ver ni en pintura y menos cerca de mí. Yo, por mi parte le
dije a mi ex amiga que cuando las ranas criasen pelo, que entonces se
saldría con la suya. Aunque mejor que me hubiera callado, ya que en
boca cerrada no entran moscas.
(Araceli Calderón, 2º C)
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