MI MANTITA
Daría todo por tener a la persona
que me la regaló conmigo y poderlo abrazar y besar, pero lo único que me
queda de él son muchos recuerdos y esa mantita rosa y blanca que me
regaló en mi segundo cumpleaños.
Recuerdo muy bien ese día, fue uno
de los mejores que recuerdo de mi infancia. Cuando desperté por la
mañana me dieron un desayuno especial de cumpleaños: dos magdalenas
rellenas de chocolate con sabor a fresa y en cada una una vela. A la
hora de comer llegué a casa de mis abuelos y allí estaba él, sentado en
su butaca con esa gran sonrisa que iluminaba la casa y con un pequeño
paquete en su mano.
Saludé a la familia y fui hacia él, me dio su beso
especial para su pequeña, o como el me solía llamar, la pequeñaja de la
casa. Sentada en sus piernas solo miraba el regalo y él con voz alegre
me dijo: "Ábrelo cumpleañera, es tu regalo, espero que te guste".
Sin
pensármelo dos veces lo abrí rápidamente y encontré esa mantita rosa y
blanca bajo aquel papel de las Super-nenas. La abracé y luego lo abracé
a él.
Nueve años después de aquel cumpleaños, era de nuevo el día. Me
levanté y como años atrás esperaba mi desayuno especial de cumpleaños,
pero este era diferente. La casa estaba en silencio, solo se escuchaba un
pequeño llanto que venía del salón. Era mi madre. Le pregunté qué le
pasaba y ella, con su cara bañada en lágrimas me dijo: "El abuelo". Sentí
que se me partía el corazón y las lágrimas empezaron a caer de mis ojos.
Corriendo fui a mi habitación, me tendí en la cama y abracé la manta
que con tanto amor me regaló ese abuelo por mi segundo cumpleaños y al
que todavía a día de hoy, dos años después de su muerte, extraño cada día
mas.
(María Carmen Brenes Rodríguez, 2º C)
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