Había
una vez un grupo de amigos que iban a todos lados juntos. Todos formaban una pandilla. Un día se
enfadaron todos con uno de aquella pandilla, con Juan, por meterse con el
hermano de uno de sus amigos, con Carlitos. Al siguiente día uno de ellos decidió
hacer las paces. Los de la pandilla se negaron, así
consecutivamente, un día y otro día. Hasta que un día todos los de
la pandilla decidieron hablar y hacer las paces entre todos. Ese
mismo día Juan se arrepintió mucho de lo que había pasado hacía tiempo, y le regaló un regalo a Carlitos, el chico con el que se había enfadado. Así, Carlitos se lo agradeció mucho y también se unió al grupo. Ellos siempre quedaban por
las tardes, para hablar de cómo les había ido el día...
Una
de aquellas tardes al chico más listo de la pandilla, Manuel, se le ocurrió quedar,
pero esta vez no era para hablar de cómo había
ido el día, sino esta vez era para ir a la discoteca, y disfrutar
todo lo que no habían disfrutado antes. En la discoteca se lo
pasaron en grande, bailando, corriendo, comiendo... Y desde ese día
hicieron todos una promesa, que consistía en no dejar a ninguno de
la pandilla tirado, ni en ridículo nunca más.
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