Era un niño llamado Antonio que siempre iba robando todas las cosas que se encontrada, bicicletas, balones, sillas... todo con lo que se topaba, pero aunque fuera así siempre iba a misa, a rezar a la Virgen, aunque después se llevara la pila bautismal.
Un día, iba andando por el monte y se encontró una cuerda, no se lo pensó dos veces y fue a cogerla, pero cuando fue a tocarla la cuerda se enrolló alrededor de él: era el demonio el que la manejaba y venía a llevárselo al infierno por ladrón.
La cuerda se iba apretando más y más, pero entonces apareció la Virgen y metió sus manos entre la cuerda y el cuerpo para desatarla.
Desde ese día Antonio no volvió a robar nada y cuando fue mayor se hizo sacerdote. Y si tanto ayudó la Virgen a Antonio, qué más puede hacer por nosotros, que no somos como Antonio, por eso todos debemos rezar siempre a Santa María