TEXTOS DE HALLOWEEN
TEXTO GANADOR DEL CONCURSO EN 1º DE ESO:PEDRO JESÚS SÁNCHEZ LIMA (1º A)
Érase
una vez, hace doscientos años, un niño huérfano que vivía en la calle y no
tenía dónde dormir.
Una
tarde de Halloween, un cura pasó por donde se cobijaba el niño y le dijo que si
quería ir a dormir a la iglesia. Entonces, el niño aceptó encantado.
Cuando
llegó la noche, el niño se dirigió hacia la iglesia y allí le esperaba el cura
con una manta y le dijo que podía coger el lugar que más le gustase, con lo que
se cogió una esquina donde había un cuadro de una madre con su bebé en brazos.
En
mitad de la noche, el cura –que estaba durmiendo- escuchó un fuerte grito de
niño y se levantó corriendo para ver qué ocurría. Cuando llegó al sitio, miró
en el rincón que había elegido el niño y éste había desaparecido. Lo único que
quedaba era una manta liada en el suelo… el cuerpo del niño se había esfumado.
Una
semana más tarde y tras la preocupación durante días del cura, cuando éste
salía de la iglesia, oyó unos pasos tras él. Giró la cabeza para ver quién era
y se dio cuenta de que era aquel niño que una semana antes había desaparecido
en mitad de la noche. Sin embargo, no había venido solo: junto a él estaba
aquella hermosa mujer del cuadro con el bebé sonriente en brazos. Pero ninguno
de los tres hablaba ni eran palpables, únicamente sus imágenes iluminadas
dejaron al cura sin habla, tanto que no pudo preguntar ni pronunciar ninguna
palabra.
Cuenta
la leyenda que cada veinte años, en esa misma iglesia, a las doce de la noche,
la imagen de esa mujer y ese niño salen del cuadro y vagan por la iglesia en
busca de alguien a quien arropar con esa manta que dejó el niño en el suelo.
TEXTO GANADOR DEL CONCURSO EN 2º DE ESO: MEGAN ROSE SUMMERS (2ºC)
COSAS QUE CAMBIAN LA VIDA.
Una noche cualquiera de Diciembre. Oscura, fría y húmeda.
Estaba tranquilo, en mi habitación, leyendo un libro. Me encanta leer, perderme en los libros e imaginar que soy el protagonista. Me encontraba navegando en un barco de piratas en el Caribe cuando, de repente, fui groseramente interrumpido por voces que provenían desde la calle. Hombres cabreados chillando. Dejé mi libro abierto sobre la cama y me asomé a la ventana. De nuevo, era la furgoneta blanca de los gangsters del barrio. Como siempre, las puertas traseras se abrieron de un golpe y de ellas fue expulsado un hombre destrozado que cayó sobre la carretera sin ningún sentimiento. El hombre sabía que su tortura estaba llegando a su fin, pero aún seguía pidiendo piedad con temor. La furgoneta salió con calma siniestra. Levanté la mirada, con las intenciones de cerrar las cortinas y regresar a mi libro, mi mirada chocó con la del vecino nuevo del bloque de apartamentos de enfrente. Estaba con sus prismáticos. ¡Qué asco! Lo que algunas personas consideran entretenimiento. Regresé a mi libro.
Mi vecino es un hombre extraño, siniestro, misterioso, escalofriante, un poco viejo. Su cara cubierta a medias por unas grandes gafas redondas, con el borde negro y bastante grueso. Vive solo, parece que no le gusta nunca ir acompañado de nadie, siempre va solo y muy gruñón, aun así, cuando esta con su gato negro se le suavizan las expresiones.
La mañana siguiente. Un domingo lluvioso de rayos y truenos.
Cuando me desperté el reloj marcaba las 10:38, aunque parecía ser de noche por la oscuridad y la neblina que había fuera. Hacía bastante frío, pero aun así me levanté de la cama. Fui a la cocina. Me sorprendió el silencio que había en la casa. ¿Dónde estarán Julio y Margarita, mis padres de acogida? Giré de golpe para ir a dar un vistazo por el piso cuando un pequeño papel amarillo me llamó la atención. Era una nota escrita por Margarita:
"Hemos tenido que ir urgentemente a casa de mi hermana, se ha resbalado con la lluvia y se ha dado un golpe en la frente. No queríamos despertarte tan temprano, volveremos pronto. Te quiero."
Después de haber desayunado un bol de Choco Pops me senté sobre el sofá. Lo golpeé haciéndole un gesto a mi perro Pongo para que se subiera conmigo. Si Margarita se enterase de que permití a Pongo que se subiese en el sofá blanco, que tenemos de hace poco tiempo, me echaría la bronca. Pero Pongo era mi único compañero en ese piso solitario.
Alcancé el mando de la televisión. "Dos hombre y medio". Me encantaba esa serie. Pero el televisor se paró por causa de la tormenta. No había señal. Lo apagué.
La verdad es que estaba aburrido. Entonces me acordé de mi maravilloso libro de aventura. Caminé hacia mi cuarto arrastrando los pies. Me senté sobre la cama, crucé las piernas y lo abrí. Estaba a punto de entrar en ese mundo lleno de aventuras cuando, por la ventana, vi a mi vecino de nuevo, con los prismáticos. Esta vez no estaban allí abajo los gangsters. Deje mi libro sobre la mesa de noche y me acerqué lentamente a la ventana. ¿Qué estará mirando el extraño tipo de enfrente? Miré a la calle, al cielo... No había nada. Fue entonces cuando me di cuenta de que miraba directamente hacia mi. Me detuve. No podía moverme. Me sentí congelado. Sentía como si estuviera mirándome de una forma tan intensa que podía ver mis sentimientos. Había paredes y ventanas separándome de ese raro hombre, pero aun así, podía escuchar el sonido de su pulso, de su respiración. Me llene de valor y me agaché bajo la ventana. Ya no podía verme pero sentí como si aun me vigilara.
El día siguiente después del instituto.
Venía andando desde el instituto.
De pronto, empecé a escuchar voces detrás de mi. Me agaché entre bolsas de basura que se encontraban en el suelo al lado de los contenedores. Tres hombres, parecía estar jugando de forma violenta. Mientras se aproximaban a mi, me di cuenta que el tercero parecía estar sufriendo, no parecía estar pasándoselo bien en esos juegos y empujones un poco bruscos que estaban pasando ante mí. Eran los gangsters. Mi instinto y todas las lecciones que me habían dado me decían que ayudara a ese tipo. Los puñetazos eran infinitos, y después de cada uno se escuchaban los gruñidos del tipo que los recibía. Cayó al suelo. Parecía estar destrozado. Casi muerto, me miró, directamente a los ojos "a-ayu-da", medio muerto me pidió ayuda y no pude hacer nada ante los siniestros gangsters. Los dos giraron a la vez el cuello. Me vieron. De un salto me quité las bolsas de encima y eché a correr. Giré a la derecha, izquierda, derecha... Hacía de todo para poder esquivarlos.
Entré en un edificio. Subí las escaleras a toda velocidad. No estaba seguro de si me seguían pero tampoco tenía tiempo para comprobarlo. Subí cinco planta. Una puerta abierta. Sin pensar entré corriendo en ella y la cerré. Sr. Benítez, leí al entrar. Me sentí a salvo, ya no podrían alcanzarme. Suspiré. Cerré los ojos con fuerza y los volví a abrir. Era un pasillo bastante oscuro, caminé silenciosamente hasta la puerta del final, estaba medio abierta. Dentro había un hombre, mi vecino.
-Pase.-Dijo una voz grave.
Empujé la puerta para que se abriera del todo. Se abrió lentamente, chirriando. Estaba temblando más que nunca.
-Pe..perdón, la puerta estaba abierta, me seguían...
-No pasa nada- Me interrumpió.-Tome esto. Hace un tiempo que te esperaba.
Extendió la mano, tenía en ella una carta. Confuso la cogí.
-Esto te cambiará la vida. Elige si abrirla o no.
Me quedé sin palabras. Salí de aquel extraño piso.
Caminé sujetando la carta con firmeza, no podía perderla. "Esta carta te cambiará la vida"
Entré en mi piso, no saludé a Julio ni a Margarita. Entré en mi cuarto y cerré la puerta. El ruido de la puerta cerrándose retumbó por toda la casa. Dejé mi mochila en el suelo y me senté en la cama.
Sin pensarlo abrí el sobre. Dentro estaba mi acta de nacimiento... No me lo podía creer. El hombre escalofriante de enfrente era mi padre.
TEXTO GANADOR DEL CONCURSO EN 3º DE ESO: ANA PERALTA ALBA (3ºB)
LA NOCHE QUE CAMBIÓ MI VIDA.
Me encontraba
sola en mi casa, ya que mis padres se habían ido a un duelo porque había
fallecido un amigo de mi padre.
Eran sobre las
dos de la mañana y me encontraba dormida en mi cama, algo me despertó, quizás
tuve una pesadilla o quizás escuché algo, no le presté atención e intenté
dormirme otra vez, pero no podía. Mi cuerpo estaba nervioso y no sabía porqué.
Después de un
largo tiempo intentando dormir, escuché unos pasos. Unos pasos que cada vez se
escuchaban más cerca de mi habitación. La puerta se abrió muy lentamente y solo
pude ver una mano. Estaba muy asustada, me hice a dormida pensando que lo que
estaba en mi puerta se iría, pero no fue así. Se estaba acercando a mí al
llegar a mi cama, me susurro en el oído “Sé que estás despierta”.
Empecé a temblar, me dí la vuelta para ver qué
es lo que había en mi habitación, no lo pude observar muy bien, ya que
desapareció en un instante, era una especie de humano. Se podía ver en su
delgado cuerpo todos los huesos doblados, parecía como si un autobús lo hubiera
atropellado.
Encendí la luz
pensando que era todo imaginación mía, pero no fue así, la puerta estaba
abierta y yo la había cerrado. Me escondí entre mis sábanas intentando dormirme
y que toda esta pesadilla acabara, pero no acabó, la criatura apareció y se
sentó al pie de mi cama observándome con su mirada vacía.
Desde ese día
mi vida cambió para siempre, todas las noches sé que me observaba con esa
mirada vacía, no sé quién es todavía, pero tengo miedo de que una noche me mate.
La noche entró lluviosa, el frío penetraba en las ropas, calándose en los huesos. La oscuridad aquella noche no ayudaba nada, aunque simplemente era algo a añadir.
Un hombre de mediana edad, pelos oscuros y ojos azabaches bajó de un taxi a la puerta de un hotel. Sus ropas no estaban totalmente empapadas, pero sí ligeramente, con el paraguas en manos y alzado, entró en el recibidor. No se puede decir que hubiera mucho ambiente, puesto que era un hotelucho de mala muerte para personas sin dinero, ni siquiera para subsistir. El hombre se acercó al mostrador, encogido aún por el frío de la noche, para poder pedir una habitación. El recepcionista, sorprendido porque alguien entrara allí, se asustó al verle pero no tuvo problema en cederle las llaves de una habitación del segundo piso.
El hombre subió el ascensor en silencio sin toparse con nadie, ya que era de noche y tarde, así que comprensible. En la habitación de al lado, algo llamó su atención ya que no tenía nombre, ni número..., bueno solo había un simple cartel blanco. Escuchó un ruido dentro, quizás un golpe seco. Su imaginación sobre qué podría estar pasando no ayudaba demasiado, puesto que no paraba de imaginarse mil escenas de maltrato o quizás que alguien se hubiera caído y golpeado. Se acercó a la puerta y llamó. Esperó un rato, pero nadie contestó y tampoco ocurrió nada, por lo que su preocupación aumentaba. Las cerraduras eran antiguas, por lo que se podía ver a través de ellas.
Al asomarse solo consiguió ver a una mujer sentada al final de su cama, parecía triste y vacía, dentro de lo que se podía ver desde ahí. No quería molestarla, por lo que se dirigió a su cuarto, donde descargó su poco y escaso equipaje y se acostó.
La noche pasó tranquila, a excepción de la tormenta y algunos bajones de luz. El hombre se levantó de la cama y se vistió, no podía permitirse el lujo de ducharse para quitarse el frío, aunque como buen hombre lo aguantaba. Al salir de la habitación, de nuevo miró la puerta de al lado. Se acercó a ella y llamó, pero seguía sin responder. Al mirar a través de la cerradura no consiguió ver nada. Todo lo que se veía era rojo. Pensó que la mujer se dio cuenta de que alguien la observaba y puso una cinta roja o algún otro objeto en la cerradura. Se dirigió hacia la recepción, entregó las llaves y aprovechó para hablar con él:
-¿Quién vive en la habitación de al lado?
-Ahora mismo nadie, fue una habitación de un matrimonio que vivía allí hace tiempo.
El hombre escuchaba con atención mientras se guardaba las llaves.
-Lo malo es que la mujer, sufría de locura o depresión, no sabría decirte... La cuestión es que una noche mató a su marido de un golpe seco. A ella la encontraron sentada al final de la cama. Recuerdo un detalle...
Frente a las siguientes palabras la cara del hombre se volvió más pálida que antes:
-Los ojos de la mujer eran rojos.
TEXTO GANADOR CONCURSO EN 4º DE ESO: NEREA RAMOS MUÑOZ (4ºA)
Escarlata
Un hombre de mediana edad, pelos oscuros y ojos azabaches bajó de un taxi a la puerta de un hotel. Sus ropas no estaban totalmente empapadas, pero sí ligeramente, con el paraguas en manos y alzado, entró en el recibidor. No se puede decir que hubiera mucho ambiente, puesto que era un hotelucho de mala muerte para personas sin dinero, ni siquiera para subsistir. El hombre se acercó al mostrador, encogido aún por el frío de la noche, para poder pedir una habitación. El recepcionista, sorprendido porque alguien entrara allí, se asustó al verle pero no tuvo problema en cederle las llaves de una habitación del segundo piso.
El hombre subió el ascensor en silencio sin toparse con nadie, ya que era de noche y tarde, así que comprensible. En la habitación de al lado, algo llamó su atención ya que no tenía nombre, ni número..., bueno solo había un simple cartel blanco. Escuchó un ruido dentro, quizás un golpe seco. Su imaginación sobre qué podría estar pasando no ayudaba demasiado, puesto que no paraba de imaginarse mil escenas de maltrato o quizás que alguien se hubiera caído y golpeado. Se acercó a la puerta y llamó. Esperó un rato, pero nadie contestó y tampoco ocurrió nada, por lo que su preocupación aumentaba. Las cerraduras eran antiguas, por lo que se podía ver a través de ellas.
Al asomarse solo consiguió ver a una mujer sentada al final de su cama, parecía triste y vacía, dentro de lo que se podía ver desde ahí. No quería molestarla, por lo que se dirigió a su cuarto, donde descargó su poco y escaso equipaje y se acostó.
La noche pasó tranquila, a excepción de la tormenta y algunos bajones de luz. El hombre se levantó de la cama y se vistió, no podía permitirse el lujo de ducharse para quitarse el frío, aunque como buen hombre lo aguantaba. Al salir de la habitación, de nuevo miró la puerta de al lado. Se acercó a ella y llamó, pero seguía sin responder. Al mirar a través de la cerradura no consiguió ver nada. Todo lo que se veía era rojo. Pensó que la mujer se dio cuenta de que alguien la observaba y puso una cinta roja o algún otro objeto en la cerradura. Se dirigió hacia la recepción, entregó las llaves y aprovechó para hablar con él:
-¿Quién vive en la habitación de al lado?
-Ahora mismo nadie, fue una habitación de un matrimonio que vivía allí hace tiempo.
El hombre escuchaba con atención mientras se guardaba las llaves.
-Lo malo es que la mujer, sufría de locura o depresión, no sabría decirte... La cuestión es que una noche mató a su marido de un golpe seco. A ella la encontraron sentada al final de la cama. Recuerdo un detalle...
Frente a las siguientes palabras la cara del hombre se volvió más pálida que antes:
-Los ojos de la mujer eran rojos.
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